Durante los últimos años, se instaló un proceso de atomización y fragmentación regional que sepultó los importantes avances que nuestros países habían logrado en materia de articulación regional. Los gobiernos conservadores no solamente vaciaron y desmantelaron los instrumentos de integración creados anteriormente, sino que lograron imponer una interpretación que presentaba a estos organismos como estructuras “ideologizadas” que respondían a proyectos de algunos sectores políticos particulares.
Sin embargo, una lectura más profunda del accionar concreto de la UNASUR nos demuestra que a pesar de las diferencias ideológicas entre sus países miembros, el organismo logró constituirse como un ámbito de mediación y de resolución de conflictos internos en la región, sobre la base de un interés compartido por todas las naciones, esto es, preservar la estabilidad y la democracia en el subcontinente.