El continente asiático ha ido adquiriendo mayor relevancia a lo largo del siglo XX y XXI, tanto en el plano político como en el económico. Dentro de la diversidad de Asia, se destaca la República Popular China como principal motor económico regional y como segunda potencia mundial.
En 2018, Xi Jinping invitó a América Latina y el Caribe a sumarse a la Nueva Ruta de la Seda durante su encuentro con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), afirmando que “es una nueva plataforma para la cooperación mutuamente beneficiosa» y que la región «forma parte de la extensión natural de la ruta de la seda marítima y son participantes indispensables de la cooperación internacional del proyecto Cinturón y Ruta”.
La Oficina Nacional de Estadísticas de China reportó contracciones récord en la producción industrial, aumentando la posibilidad de una recesión a nivel mundial. La producción cayó un 13,5% interanual, la primera desde 1990. Las ventas cayeron también un 20,5% interanual, el mayor descenso del que haya registro. Es esperable que el flujo de capitales e inversiones hacia América Latina se ralentice durante el 2020. Ello es una mala noticia no sólo para nuestra región, sino para el mundo entero. El Fondo Monetario Internacional (FMI), afirmó que el coronavirus es la “incertidumbre más urgente” y una amenaza para la “frágil recuperación” de la economía globalizada