La visita oficial que Alberto Fernández realizó la semana pasada al país azteca tiene un significado que va más allá de la situación coyuntural, marcada por la pandemia de coronavirus y el esfuerzo por las distintas naciones para adquirir vacunas. Ambos presidentes coincidieron en la necesidad de afianzar un eje progresista en América Latina, que puje por la unidad regional y revierta la situación de desorden y desintegración que atraviesan los países del subcontinente.
La buena sintonía entre Fernandez y López Obrador quedó plasmada en el cronograma de actividades, que en varias ocasiones esquivó lo estrictamente protocolar. El argentino fue el primer presidente extranjero en participar de la famosa “mañanera” -la conferencia matutina que realiza todos días el presidente mexicano-, asistió a un acto en conmemoración del aniversario de la muerte del ex presidente Francisco Madero, fue declarado “huésped distinguido” de la Ciudad de México por la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, recibió la medalla “Belisario Dominguez” -máxima condecoración que el Senado otorga a ciudadanos eminentes-, visitó el Museo de las Banderas y Santuario de la Patria y participó del acto central por los 200 años de la independencia de México.