La humanidad lucha contra un mal invisible pero potencialmente mortal. La irrupción del Coronavirus en la agenda internacional refleja cómo se ha modificado la realidad de la mayoría de la población mundial en cuestión de semanas. El establecimiento de cuarentenas en países enteros y el constante flujo de información sobre el estado sanitario de los principales focos de proliferación de la pandemia, junto con noticias diarias sobre desacuerdos, desinteligencias y entredichos de los principales líderes mundiales en el abordaje de esta problemática acentúan la percepción de una crisis que toca las estructuras del sistema internacional.
El surgimiento de China como gran actor internacional de aspiración hegemónica en las últimas dos décadas ha cuestionado los fundamentos de un orden internacional que se reconoce pacífico y libre y produjo un desequilibrio de fuerzas cuyas consecuencias aún no hemos terminado de presenciar. América Latina encontró en China un socio nuevo que aportó dinamismo económico a la región y que le dio el margen de acción necesario para delinear una agenda política alternativa a la del sistema liberal en la que estaba incómodamente inserta. Resulta paradójico que China haya sido el lugar de origen del Coronavirus, una problemática sanitaria que pondrá a prueba los fundamentos de solidaridad, cooperación y libertad del sistema internacional una vez más.